Naftalina
Me pregunto, dónde guarece la humedad,
la tropelía de
tu esencia.
Pienso en ti, tantas veces
que no son ninguna.
Ahora que la guerra de-termina
y el virus no ha creado aún la amnesia
necesaria
para el olvido
a pesar de no nombrarte
ni cruzar tu lecho.
Observo tus fotos
agazapada como un armadillo
bajo los efectos de la taxidermia.
Tan lejos en esta realidad de billar
y es simplemente desbloquear
el número
de la chispa casual para devenir la tragedia.
Echo de menos tu sombra
dibujando oasis sobre mi cuerpo.
La condescendencia
del tropiezo.
Desprovista de la jalea
que tanto demando para escribir poemas de amor.
Leo tus éxitos
y acuario remojo el aplauso cayado.
Tan cerca hasta en menesteres
de labranza.
Tan lejos tu boca.
Bicho de palabras que cruza el enjambre
y adormece el yugo.
Te echo de menos.
Y a veces te escribiría una escalera.
Pero... tú jamás sentiste
la cadena del desahucio.
Ni las manos petrificadas.
Ni el ojo en caldo de sospecha rabia.
Pronto hará un año
de tu despropósito.
Y esta noche cerca del equinoccio
que ampara.
Me pregunto si tu cuerpo
es una madeja.
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