El cansancio
En las manos poca cosa
tengo que ofrecer a la noche.
Con la fuerza descomunal
del que arriera sostiene a la cosecha
de aquel que vive
en su tragedia. Seguro que
existen transatlánticos atados en mis muñecas
y de cada dedo un hilo de nylon
que ahoga la sangre.
Unas manos que quisieran
peinar el lomo de los mediodías
donde surgen sombras
afables que comprenden que la trampa
permanece en los que aprendieron
a echar las culpas.
Existe tanta vulnerabilidad
en escuadra
que una ola gigante
es una minucia para el que anuda
cada día
esta cuerda de horca.
Ya no hay remesa de ovillo.
Una sabe dirigirse hacia la ofrenda de la madrugada
de escombros y escarnio.
Sabe coger su maleta
y cerrar el caparazón.
Ahondar vela "Ofelia" y marchar del desprecio
por mucho amarre.
Con la lluvia melómana
sacudiendo el calor estopa.
Y vivir del recuerdo.
Y saber que clase de herida es la que mata
porque lo demás, afirmo que,
es una gilipollez.
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