La prueba

Me enseñaron a ocultar la cuerda floja .

A no saciar a pesar de la sed y de la gula.

Por ello los ojos aprendieron

a tragar el llanto

como el que bebe un jarabe

de ocres en un campo radiactivo.

De tanta emoción contenida

las palabras casquivanas fueron una erupción

que cubrieron de lava mi cuerpo.

Quemaduras que insertaban  la muerte familiar,

y el destierro paralítico. 

Llegó un punto que de tanta volcánica 

presencia fui montaña.

Un gigante de piedras y despeñaderos

con el beneficio de la duda

de la mañana

con el sol que no osaba

a menguar el lenguaje de los mudos.

Cómo pesa esta masa

que cede hacia la noche.

Con la garganta agreste.

Las aves circulando la sierra.

Que corta, tala, arde y come.

De la súplica de Tántalo y la herida.

Que las lágrimas son cada abecedario

que esclavas petrifican el ansia.

E s c r i b i r.

Todo un manto de grava.

L u c h ar.

En cada granizo de cal.

P e r d o n a r.

A pesar de la primera piedra.

M o r i r.

Y que no percibas mi apatía.

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