Muerte dulce
No te parece que el escándalo
de una lavadora
parece un aullido nocturno.
Una reyerta de metal
y agua centrífuga
con pensamientos delatores
girando y girando
para despertar al público horizontal.
Pensar en el ahorro
después de haber vivido en casas prietas.
Con el cálculo de trozos
y el vigilante de turno
para sacar la ristra de ropa
hacia un tendedero que de noche
parece una alambrada en un huerto.
Ya no saben que hacer
para domesticar nuestras ensoñaciones
en mareas de jabón de Marsella
con alguna heroína
que lavará a mano los trajes de su vida.
Iremos más pecadores
con la suciedad del sudor de fábrica.
Y lavaremos en tintorerías de autoservicio
nuestras pequeñas conversaciones
de tránsito.
Tal vez, dejemos de ser tan pulcros
igual que un lenguaje de fragancias
para todo tipo de textil.
O volveremos a vivir la madrugada
esperando la renuncia
de un electrodoméstico
para caer en plancha
al lado oscuro.
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