Negra y lluviosa
Al salir el sol, cambia la situación, los miedos azules con el cobalto
se regeneran meteoros,
cuando desde el autobús observo el cielo
y percibo que cada paso es una zanja entre nosotros.
Quisiera que el amor fuese un fósil
con la veteranía de los vinos
y la gravedad de los objetos. Un nicho que yace
entre el sostén y la armadura
de un corazón de cuartillas
y un comprimido para mitigar
el golpe del martinete.
Pero, la culpa procede del estatus
que le doy a las causas, le pongo arteria
a lo más mortecino:
Vestir a los zombis con trajes de festejo
y contar la mecha hacia una navidad
que huele a carne podrida, a vacío de ducha,
a perra abandonada en la estación de Repsol
de la carretera 113.
Dantesca oficina de albedríos
cruzarse con la gente ataviada de guirnaldas
para que este frío gripal se quede inmóvil
como un alacrán a punto de rozar el infierno.
Hay dolores que llegan a un punto
que ya no pueden ser más que un desbordamiento de uno mismo.
Dormir con la postura correcta.
Toser y no toser.
Pedir un milagro.
Y que vuelvas a la ciudad lleno de bengalas.
Una ciudad, negra.
Negra y lluviosa.
Obra "Seres fuera de campo" de Mery Sales (2020)
Solo se me ocurre decirte que te quieras más y que no te arrepientas de cómo sientes. Aunque sea a costa de perdernos algún que otro poema de negro humor, como esta lluvia de melancolía que hoy nos trajiste.
ResponderEliminarEl problema es querer demasiado, Julio.
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