El abandono de los cláxones.
Me gustaría creer en el amor y que esta necesidad
no fuese un coche ancla de sus ruedas.
No escuchar el instinto que guía hacia el dique,
que ve su corazón de tripa vaca
y que sabe muy bien que soy un libro entre sus manos
de tiempo, de hilo, de pluma.
La llama de una cerilla que ronda
el petróleo color
de las galerías que cada día perforamos
en nuestras propias carnes.
Un día me suplica, otro me trata como un envoltorio de un pastel al peso.
Un día me niega, otro prescinde de mi esplendor.
Y topo con el vinagre y su rostro.
La vida espartana que estoy sufriendo.
Y las ganas de vencer al monstruo.
Pero, estoy perdiendo fuelle.
Y me voy a bajar del coche porque con migas,
con la conveniencia de tu organigrama
yo no puedo.
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