Fresno

No te parece otoñal la extrañeza

con que miramos a la ciudad en según qué momentos;

la búsqueda de luz, de buzones con bocas sonrientes

besando la carta del suicida.

Me acuerdo de su regio volumen jalde

como un peón del exterminio

de los que creíamos que las epístolas eran capaz 

de unir y 

de provocar  una sarta de palabras modistas

para coser las velas más rotas de la tierra. Ocurre lo mismo...

con las cabinas de teléfono

uno observa donde existió la voz del cable

en la acera que evoca su parafernalia.

El corazón de siembra en todo aquel enigma

que prodigioso me colmó de amor vociferio.

Será cuestión de habituarnos a la desnudez de la calle.

A los bozales de papel. 

Ahora que no existen medios urbanos

para el romanticismo de los caducos.


 


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