Forajida
Podemos jugar a los dados del amor,
rifar su valía como si se tratase de un número.
Salir a la calle polvorienta y con dos pistolas enfrentarnos al duelo
de un viejo western de indios para adjudicar quién quiere más
de los dos en este abatimiento verde.
Mis balas son de fogueo.
Y no resultarás malherido.
En cambio, tu colmillo brilla el oro que robaste en asaltos cobardes.
Y tu ojo vela la sangre
de la gramática cadáver de oraciones calvas.
Porque has tiroteado tantas veces el cristal
que todo se transforma
en una escupidera de adjetivos.
Me duelen las piernas de cruzar las rocas.
Pero, no sabes, que yo ya estoy muerta
porque me comieron en la niñez los lobos.
Y la pólvora de tu revólver, en una pose de acróbata, te ensucia
de tu propia falsedad tetrapléjica.
Ojalá supieras que es un espejismo más del desierto.
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