El litigio de la humedad
Si pudiera en el abismo cruzar el puente.
De volver la vista atrás
a las horas donde la marea
cubre cada pieza de la rotura.
Podría entender
la ceguera de las bocas
que tras el papel autista
murmuran el eco de las bisagras,
la tristeza que ha rellenado cada hueco
de la calle, con caras de simio.
De un telón que abre la ventana
al mundo. En este cerco que
estrecha la faringe y que muere no grito
en la melena de los coches.
Añoranza del mar
que narra ola arriba la imagen
de un océano, con las manos
de sal y el rostro cosido
del ayer en que lo evidente
fue arrebatado por el diablo.
En esta silla, contando la lluvia no caída,
acusando los viajes que fueron de regreso.
Me troco anémona
de lápiz y busco un diente bajo la almohada.
Tal vez es el cansancio
del que recorre atado al fusil de un recuerdo,
el ancla que nunca llega al fondo.
La espera de los moradores
de otros injertos, como desertores
de azucenas.
Tras la mascarilla.
Y la pantalla.
Besar se ha convertido
en un poema de culto bélico.
De volver la vista atrás
a las horas donde la marea
cubre cada pieza de la rotura.
Podría entender
la ceguera de las bocas
que tras el papel autista
murmuran el eco de las bisagras,
la tristeza que ha rellenado cada hueco
de la calle, con caras de simio.
De un telón que abre la ventana
al mundo. En este cerco que
estrecha la faringe y que muere no grito
en la melena de los coches.
Añoranza del mar
que narra ola arriba la imagen
de un océano, con las manos
de sal y el rostro cosido
del ayer en que lo evidente
fue arrebatado por el diablo.
En esta silla, contando la lluvia no caída,
acusando los viajes que fueron de regreso.
Me troco anémona
de lápiz y busco un diente bajo la almohada.
Tal vez es el cansancio
del que recorre atado al fusil de un recuerdo,
el ancla que nunca llega al fondo.
La espera de los moradores
de otros injertos, como desertores
de azucenas.
Tras la mascarilla.
Y la pantalla.
Besar se ha convertido
en un poema de culto bélico.
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