Yo sufro

Un bastidor con alas sujeta el instante
de playas abarrotadas de focas
en otra latitud marina.

De la bola de helado
que se derrite al lento compás
de una lágrima en Oregón.
Los niños gigantes,
los recuerdos de protagonistas
del color de una acuarela difusa.
El latido inglés en un pecho galo.
La coordenada de los coches
que desde el cielo parecen guisantes de collar.
La palabra, mi palabra favorita,
peinada con una trenza de medio lado.

Cuántas cosas pasan ahora
en esta noche cerrada de Telecom.
De bomba oxigenada.
De agua halcón.
De brecha en hospital y muerte súbita.
En esta oscuridad de deseo.
De ver un hombre cuchillo.
De escuchar de nuevo los pasos de puntas metálicas.
De ser nido de abeja.
Con este dolor de tuercas.
Y tu voz en otra parte.
Y la vida con habitaciones distintas.
Y mi caos de ovillo.
Escuchando la frenada de un coche.

Lejos, en Manhattan, con mi cuerpo hecho pedazos.

Y mi corazón de Frida.
Y mi cabeza de ajo.

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