Mascarada

Tú, sí tú, qué me miras con cara melo
tocando la puerta de entrada.
Qué piensas más con tu plancha de cerá mica que en dar una oportunidad laboral
a las mujeres de patas de gallos y picos de mineras.

Tu último cóctel reposa aún en tu estó mago.
Y el vestido celeste pigado de es trellas
de tu graduación lo compró tu madre con un préstamo.
Sabes lo que es una mujer alta mente cualificada pasados los 40.
La fruta con tara escondida en el en vase.
Un vaso de vino que no bebe nadie
en la boda de la política.

Pero, tú con el discurso me llevas por parajes que no interesan.
No sabes el nombre del verbo humano.
Y lees por primera vez las hojas de los ár boles.
De un séquito impertinente.
De los imperdibles asidos al sexo.
La motocicleta de los que te aran
las alimañas de sentirse joven.
Llena de vida.
Con la fuerza del tornado.


Me hace perder el tiempo.
El poco tiempo que queda.
Brazos cruzados.
Lectura espontánea.
Y un iris que como un lunar
maligno visualiza las playas de Malibú.

Estás ya acostumbrada a este palo.
Las poetas que triunfan
son rodillos de impresión
poliédrica.

Tengo ganas de fumar un cigarro.
Cuando lees la carta condenatoria
que te acusa de no ser una estrella de cine.

Pero no vas a rendirte
porque las hijas del botox
no te dejen jugar en la calle.






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