Amatista

Tuve un amor
que duró una vida, por suerte,
la quinta de siete ganadores.

Era tan jodido el condenado.
Que parecía una piedra.
Sí, un pedazo de estalactita,
insertada en el zapato.

Callado, el minúsculo, se clavaba
por todas las partes, especialmente,
en la planta
del pie...

Dañino, acabé hasta varios
caminos de pendientes
y de cuestiones.

Y fue tan fácil, cómo coger
la amadísima piedra.
Y lanzarla a un campo de gravilla.

Tuve un amor que no era un amor.
Qué duró la ceguera
de tres Martini's.

Y descalza. Topé. Con otra piedra.
Pero ésta. La llevo colgada del cuello
muy cerca del corazón.

Qué una no sabe...
cuándo podrá aniquilar a un sistema
inmunitario y retrógrado.

Goliat.
Y los secuestradores de sueños.

Esos que se declaran feministas
y llegan a casa con la mesa puesta.




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