El riesgo del pájaro que no sabía volar.

El pecho emitió la sonoridad del esqueje, 
parecida a la zanja
de una semilla que abre sus paraguas a la tierra.

Musitadora
a través del silencio
del trino.

Abrió sus alas
al coraje sin pretensiones
para decir desde las cuerdas vocales
de los tendederos.

Qué llevo los bolsillos llenos de cerezas.
Qué viene en marea un saco.
Qué en las manos ya no dan abasto.

De la sonoridad
que del cuervo blanco apareció como un trino,
habitante en el bosque de los pulmones.

Le dije:
-Amor mío. 

Y se fraguó lo impredecible.

Como una gota de tinta en el agua.

Como una bala
admitida
hasta en sus consecuencias últimas.


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