Romper el omamori
Un sueño
he sido para ti un sueño de luna de taxi,
una silueta recortada
entre tu cama y el foco.
No, no he sido yo
la hembra que sacrificado el músculo,
la tez,
la navaja que abre en canal
la sutura de grapas,
ese martillo
que te ha colgado en la pared
Mi boca no era mi boca
ni la tuya era la tuya,
las manos raíces
en movimiento
que conducen al averno
He sido tu alucinación esta noche
y sólo tus dedos colocados sobre mi libro
en retrato de esquela
para decir después
que la casa olía a mí,
pero no, emanaba la fragancia
de una asesina
que crees amar.
II
Eres el hombre de las piedras,
tienes un templo a tu alcance,
me hablas de la Cábala
y no te gusta la poesía
mientras el humo opiáceo
nubla mi vista
para no ver mi cuerpo denudo de hambre.
III
Me has regalado un saco de terciopelo,
menudo y bien empaquetado,
yo, mi tiempo; el reloj de mis senos,
los quejidos de aguja,
el tic tac de mi desesperación.
La culpa la tiene
la luna demagogia...
ahora lo comprendo.
IV
He vuelto como una sombra aletargada,
la primera y la última.
¿Qué tendrán que ver los planetas,
en este asunto?
Sus conexiones, sus confrontaciones,
bolas de petanca huecas
encima de arena de gato.
Diez amuletos para mí, cada vez que veo el reflejo de los pensamientos
en cada uno de tus prismas.
Yo hoy, mi doble, mi fotocopia,
mi impostora ha venido a borrar la saliva del hombre
que verdadera mente amo.
Acoge la noche, pues,
tengo las alas
rotas.
V
Turquesa,
ónix,
lapislázuli,
rosa-cuarzo-blanco,
jade,
amatista,
ojo de tigre,
pirita.
Todo tú en mí.
Y avergozado me dijiste qué suerte él tiene,
y respondí al romero que brotaba de tus labios.
¿Cómo es posible qué nunca hayas cogido un avión?
he sido para ti un sueño de luna de taxi,
una silueta recortada
entre tu cama y el foco.
No, no he sido yo
la hembra que sacrificado el músculo,
la tez,
la navaja que abre en canal
la sutura de grapas,
ese martillo
que te ha colgado en la pared
Mi boca no era mi boca
ni la tuya era la tuya,
las manos raíces
en movimiento
que conducen al averno
He sido tu alucinación esta noche
y sólo tus dedos colocados sobre mi libro
en retrato de esquela
para decir después
que la casa olía a mí,
pero no, emanaba la fragancia
de una asesina
que crees amar.
II
Eres el hombre de las piedras,
tienes un templo a tu alcance,
me hablas de la Cábala
y no te gusta la poesía
mientras el humo opiáceo
nubla mi vista
para no ver mi cuerpo denudo de hambre.
III
Me has regalado un saco de terciopelo,
menudo y bien empaquetado,
yo, mi tiempo; el reloj de mis senos,
los quejidos de aguja,
el tic tac de mi desesperación.
La culpa la tiene
la luna demagogia...
ahora lo comprendo.
IV
He vuelto como una sombra aletargada,
la primera y la última.
¿Qué tendrán que ver los planetas,
en este asunto?
Sus conexiones, sus confrontaciones,
bolas de petanca huecas
encima de arena de gato.
Diez amuletos para mí, cada vez que veo el reflejo de los pensamientos
en cada uno de tus prismas.
Yo hoy, mi doble, mi fotocopia,
mi impostora ha venido a borrar la saliva del hombre
que verdadera mente amo.
Acoge la noche, pues,
tengo las alas
rotas.
V
Turquesa,
ónix,
lapislázuli,
rosa-cuarzo-blanco,
jade,
amatista,
ojo de tigre,
pirita.
Todo tú en mí.
Y avergozado me dijiste qué suerte él tiene,
y respondí al romero que brotaba de tus labios.
¿Cómo es posible qué nunca hayas cogido un avión?
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