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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Ahora mismo lo preparo

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No sé porque me atrevo  a que acudas a mi nido  para hacerme mal. Con tu soberbia de palomitas tan endeble que basta una llama de mechero para que te conviertas en un plástico quemado. Que te presentes como un enterrador  a perturbar la paz de mis estancias, y pinches con púas de pez Globo  la buena parte de mi corazón que aún late. Todo tiene un límite. Igual que cuando sirves vino en una copa. O la lluvia torrencial colma el embalse. Del poder otorgado para herir con la lengua. Si sólo soy lo que ves, una mujer de pies cansados ante un arrogante  que viene lobo a orinar mi posada. Tanto bosque ajeno. Y mierda sostenida por antidepresivos y complejos de vitamina D. Qué pisotean el camino que ayudó a salir del manicomio. Imagen de la obra "Memoria" de René Magritte.  

Dolor de oreja

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A veces los oídos se anegan de cerumen silábico, de la maldad que se atraganta y espita frases inconexas que tienen un claro ataque. Esos seres amorfos  qué se atreven a medir el cauce  del torrente según su nivel de agrado. Cómo se puede comparar una hoja de árbol o de mata, dos azules, la altura de una montaña  desde un avión o una meseta. Hastiada de las veces  que usan la maleabilidad de los objetos para agonizar en un rato y humillar la verdad del que tiene manos  de mendiga. Asqueada de los niños bonitos que dudan de todos porque no saben  más que emplear a la gente  perforando su oídos y colgando de ellos un alambre  para adornar el abeto navideño. Te prometo que la superioridad de una pulga  consiste en libar la sangre  y no mide más que un milímetro. Así que la soberanía  te la puedes ahorrar. Qué conozco el lema de Marco Polo: -"Dime cómo tratas, cuando ya no necesitas". Imagen "Le faux miroir" de René Magritte.

Impresiones del libro "Komorebi" de Francisca García Jáñez

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   Con una edición exquisita de Ediciones Torremozas y un estudio de fácil comprensión de la hegemonía del haiku, este libro "Komorebi" de la autora Francisca García Jáñez con unas bellísimas ilustraciones de Eva Sakai, representa la sensibilidad más absoluta con lo que respecta al entorno inmediato. El halo de luz que atraviesa la copa de los árboles quizás sea la necesidad imperiosa del retorno a los orígenes entre tanta edificación urbana con las tonalidades del cemento. La espiritualidad y el paralelismo al proceso de la poesía mística, su engarce a las estaciones del año y sobre todo la breve punción poética del haiku femenino y su ecosistema; hacen de esta obra una labor en equipo y una delicia para aquellos que quizás moren en la nieblina diaria del estrés y aprecien la expresión escrita de otras culturas, que al fin y al cabo, a través del paisaje evocan la fugacidad de la vida (tempus fugit). Gracias Francisca y Eva por esta creación con aroma a musgo y ...

Axila y Sobaco

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Esta insana costumbre de buscar en los bolsillos una señal tuya ante tanta ruina gris. El ver tu cuerpo como una rejilla imposible de atravesar haciendo rea mi mala suerte  de haber amado sin mesura. Las veces que nos caímos por las escaleras y nos untamos con tacos los golpes, uno por necesidad proclive  y el otro por devoción de escuela. Y ahora, te beso sin tocarte y acaricio tus escollos  con retórica barata sobre listas de la compra  o turnos laborales en una despensa. Tengo tantas ansias  de que despiertes lejos de los fármacos, de hacer un hoyo en mi vientre  para sentir el nuevo día en que tu boca era un delfín de Murano  que nadaba híbrido con el dulce filo  de los objetos cortantes que te hieren, en frutas de árboles distintos. Y ya no recuerdo el peso de su mano. Y pienso en un cambio de corbata que asfixia. Y te quedas quieta para evitar el ahorcamiento de los que te dicen vete a tu casa y te clavan a su pared. Imagen de René Magritte....

El anzuelo

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Fitipaldis sin Tito y en búsqueda constante de tita, era lo que se denominaba un pescador de mallas, con una gran experiencia en sebo ya o cebo según amaneciera la palabra, Fitipaldis tocaba una campanilla y con maña, insertaba su gusano en la ganzúa. Para deleite de los espectadores era capaz de ser psicólogo o médium con tal de que la presa escamosa  acabara en su cesta-catre. Horas de silencio en su barca, migas de pan flotando en la superficie, técnicas amatorias  infalibles que para cualquier salmón en rías u horas bajas  supondrían una muerte dulce. El inconveniente es que no tienen un punto fijo, la meta son todas, todas las criaturas de los océanos. De las piscifactorías. De los acuarios. Hasta los peces boquiabiertos  en el obrador del Mercadona  sirven al ego piscis  de Fitipaldis. Supongo que el mundo es una agenda  y las redes  tienen la variedad más absoluta del gremio de los besugos  enamorados de las sardinas de Goya. Imagen "N...

La final

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Éramos el summum del victimismo, un compendio de traumas y de secuelas. Nos pasábamos las jornadas con reproches que representaban un deporte olímpico que hacía de una vida, un calvario. Íbamos por la casa  como plañideras de limón en los ojos, en una competición  para ver quién iba a ser contratado por una marca de élite y lucir el palmito contra las correas. Recuerdo la medalla de oro a la escena más gloriosa y santificada, cuando rompí un vaso contra el piso  y los cristales se convirtieron en estrellas del firmamento. Descalza empecé a caminar sobre ellos  (mi dolor debía superar cualquier expectativa) mientras los pies se teñían de mi sangre  en un juego macabro. Te llamé para la salvación de aquel estropicio malintencionado y recogiste las sílabas en una pala. Luego me colocaste  en una silla como a una estatua de una tragedia griega, para sostener mis estigmas  y lamer los cortes con tu lengua en busca de la autodestrucción, sanar. La Copa, el c...

Besugo Styles

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Eusebio era un hombre altamente bajo en razones, equiparable a unos grandes almacenes. Cada mes tenía una retahíla similar a las campañas  que abarcaban las cuatro estaciones de no Vivaldi y todo tipo de contraofertas de precios menores y paños navideños. Con el tiempo se convirtió  previsible el modo en que al primer frío se convertía en un abrigo de franela, o se devaluaba en agosto en liquidación "in extremis". El problema era que yo siempre llegaba tarde a la hora de apertura, con demasiadas colas y pocos unicornios. Todo era una rebaja  y los arrumacos parecían fuera del alcance de mi bolsillo. Así que un buen día decidí la segunda mano, exenta de tanta presión mediática. Porque más vale un saco viejo que un anuncio televisivo lejos de la joven realidad.

Americana

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Era un amor con olor a brea y el tacto de un felino que siempre usaba la misma blazer. Nunca dejaba de lucirla con cualquier pieza textil aunque no pegara ni con cola. Una visita a la lavandería y como nueva... Con pitillos o vaqueros. Los jueves y los martes. Los días de lluvia y solana. En funerales y funciones. El problema, de ese amor extraño con olor antiséptico y textura felina. Era que el pantalón del traje nunca se usaba y estaba aburrido en una percha, aguardando algún extraordinario suceso donde pudieran juntos hacer la deseosa vida social de la chaqueta;  que usada demasiado  hizo añejo lo que había ido a todas partes. y lo que nunca fue amado. (Imagen de René Magritte)

06/10 Presentación La complejidad de Electra

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Estoy muy ilusionada de informar que el miércoles seis de octubre presentaré, junto a la amiga y poeta Sara Castelar Lorca en la Librería Bartleby, mi libro "La complejidad de Electra" (Torremozas) a las siete de la tarde. Y sería una alegría compartir este momento de vida con vosotros, dispuesta a escuchar vuestra propia voz en los poemas, conversar y aprender. Gracias Luci Romero por abrir las puertas de tu casa-corazón. Y recordar que mi libro está a la venta  en la caseta (nº 208) de Ediciones Torremozas en la Feria del Libro de Madrid.

Cambio de transmisión

Es extraña la manera que el otoño tiende a disfrazarse entre el gentío. Su patente va copando en las marquesinas y un silbido gélido al despertar deambula como un perro con sarna. Yo, no quiero que el verano se extienda hacia otros lares, que su vaho intermitente de sexo, confección de playas y parabrisas de bochorno; abra sus manos. Y me deje aquí ante la sombra olmedo de caravanas de coches presintiendo las lluvias. De ángeles de oscuridad porque el sol traficando ha acabado muerto a balas, en un callejón por el acuerdo cíclico del estío. Cerca del frío incipiente. Cómo una cordillera nacida en medio de la nada. El otoño montado en un viejo Cadillac con una guitarra sin cuerdas. Hace cola en una sastrería. Un abrigo no puede cambiar el abrazo.

Dúo dinámico

Septiembre se abre paso beneplácito,  como los cangrejos entre las algas y todos los que hemos visto a la luna  al amanecer (hoy ha sido un día de ellos),  enquistada en un azul de suavizante. La morriña del aleteo del verano después de una DANA que atrinchera el lodo y rompe la silueta del arenal. Los ríos se convierten en trombosis adulterando la morfología y tragando coches y aceras. Ya son casi dos años del inicio de una pandemia que convirtió el aire en un gas exterminio y me aferro al mismo mantra: "El  amor sostiene. Es el pilar que  protege de la borrasca". De los pies cansados. De la mano trémula por la cafeína. De los que andan y te atropellan. Caudales de limo que derriban a su albedrío. Y en el rincón más obsceno el poema  con su pleura y sus achaques. Mirando, absorbiendo, descargando su caparazón meteorólogo.