La desfigurada triste

Cómo se siente un corazón quijotesco...


En el desierto pululan lagartos

con trajes de marca.

A los reptiles el sol no les afecta en absoluto

porque son capaces de pintarse de roca y de arcilla iridiscente.

Tal vez mi piel moteada 

me haya auxiliado de muchas guerras

y haya soportado el embiste 

de la estampida.

El abandono, no deja de ser un armamento

de elefantes sin colmillos

que pisotean la pureza

de las flores nacidas de la virtud.

Por eso, brindo la luna manca

y dono el escudo

de librar batallas a quién resida ciego,

en la oscuridad 

de los ascensores

en un apagón urbano.

Achico el lateral 

a la ventisca de los informativos.

Barro todas aquellas consonantes

capaces de escribir la daga inadecuada

en un diario de abordaje.

No sé en qué momento

me convertí en un ser de sangre fría,

a merced de las constelaciones

con el único propósito

de prevenir el huracán

en las glorietas. Dando círculos el ojo,

con la tez teñida 

de fortalecimiento, parachoques

y lágrimas conversas

en hierro, para iluminar el camino.

Cuando te han sacado las tripas.

Y las tienes que recoger

con una pala de estaño.

Y proteger para recordar

qué era 

la inocencia de la infancia

y el amor de un brick de leche

en casa de pobre.

Cuando descubres que dar

te llena, aunque sólo vean

un lagarto verde en la pared.

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