Entradas

Mostrando entradas de junio, 2021

La familia

Qué tristeza heredar una caja vacía y a la vez colmada de despropósitos  de la memoria intacta del gen querido. Que traspasen a la acera de tu casa, un negocio con pérdidas. Y bolsillos de agujero. Y agujas sin ojo. Cómo enarbolar un dolor que nos explica que las afrentas familiares no pueden durar más de cien años. Pero si convertirse en una hendidura bajo la gota del grifo. Y seguir doliendo a pesar de la ausencia. No hay respuesta para un acto que aconteció de la locura. Acaso, si tu vida corre peligro, en un incendio tú no saltarías hacia cualquier ángulo  de la página.

Impresiones del escritor y docente Justo Sotelo, de "La complejidad de Electra"

 "Electra o la complejidad de las mujeres". Ayer leí el último libro de poemas de la escritora mallorquina Lluïsa Lladó (1971), publicado por Torremozas en 2020 y que se presentó virtualmente esta misma semana, pero del año pasado. Es un libro que aborda, de manera inteligente y culta, el maltrato en la familia, sus efectos sobre la personalidad femenina y esa delicada línea que separa el bien del mal. El mes de marzo de 2020 leí su anterior libro de poemas, "El arca de Wislawa", que se inspira en la poeta y nobel polaca Wislawa Szymborska, y escribí esto en mi blog: https://sotelojusto.blogspot.com/2020/03/la-poesia-se-salva-por-los-pequenos.html Leer ahora este libro que gravita sobre el personaje de Eurípides y Sófocles, con aquella venganza de Electra y Orestes hacia la madre Clitemnestra, que ha asesinado con la ayuda de Egisto a su marido Agamenón, es un placer intelectual, como ya he dicho. Todo viene del comportamiento de Agamenón con la hija mayor, Ifigenia...

Traidor

Me callaré como un tapete  debajo de un jarrón o una figurita de escayola. Y no te pediré cuentas por todos los besos  que extraviados colisionaron con puertas y cerrojos. Estaré inmóvil con la cabeza erguida y no suplicaré que te quedes. Amar a un soldado en una frontera. Tiene un precio de sal  sobre el escondite de los seres vivientes que trepan sobre la roca  en cualquier playa. Y es tan inmenso el dolor  de reprimir dicha afrenta, la de cuadrarme de luces  y santificar tu perfidia. Que rota aquí me encuentro en un bazar de memoria. Tu felona compresión al abandono de los inocentes. Los que creen en la humanidad. En el amor más creador de árboles y ungüentos. El corazón parece una bomba lapa. Y no sé qué más duele. Si su inminente detonación. O lo hijo puta que eres y no poder decírtelo para no romper las reglas de juego.

Vorágine

En la fábrica  se han quedado sin serruchos, por eso los hombres ranas  cortan las partes "mobiliarias" con sus propias manecillas. Qué improperio el pagaré a la vida , arrendamiento del cronos por una boca con más lengua que palabras. Se han quedado sin manómetros y ahora sostienen los cálculos  con los pies del cansancio. Trípodes de helio. Bastardos sin "padredumbre".

1° aniversario de "La complejidad de Electra"

Imagen
Esta semana se cumple un año de la publicación de "La complejidad de Electra" de Ediciones Torremozas. Un libro que versa del maltrato ejercido dentro del contexto de la familia y de cruzar constantemente la línea del bien y el mal para sobrevivir. Lo presenté de un modo virtual con una serie de vídeos protagonizados por personas maravillosas. Y pronto, se presentará en sociedad 🙏🌅♥️

Naftalina

Me pregunto, dónde guarece la humedad, la tropelía de tu esencia. Pienso en ti, tantas veces  que no son ninguna. Ahora que la guerra de-termina  y el virus no ha creado aún la amnesia necesaria  para el olvido a pesar de no nombrarte ni cruzar tu lecho. Observo tus fotos agazapada como un armadillo  bajo los efectos de la taxidermia. Tan lejos en esta realidad de billar  y es simplemente desbloquear el número de la chispa casual para devenir la tragedia. Echo de menos tu sombra  dibujando oasis sobre mi cuerpo. La condescendencia del tropiezo. Desprovista de la jalea que tanto demando para escribir poemas de amor. Leo tus éxitos  y acuario remojo el aplauso cayado. Tan cerca hasta en menesteres de labranza. Tan lejos tu boca. Bicho de palabras que cruza el enjambre y adormece el yugo. Te echo de menos. Y a veces te escribiría una escalera. Pero... tú jamás sentiste la cadena del desahucio. Ni las manos petrificadas. Ni el ojo en caldo de sospecha rabi...

El cansancio

En las manos poca cosa tengo que ofrecer a la noche. Con la fuerza descomunal del que arriera sostiene a la cosecha de aquel que vive  en su tragedia. Seguro que existen transatlánticos atados en mis muñecas y de cada dedo un hilo de nylon que ahoga la sangre. Unas manos que quisieran peinar el lomo de los mediodías donde surgen sombras  afables que comprenden que la trampa permanece en los que aprendieron a echar las culpas. Existe tanta vulnerabilidad en escuadra que una ola gigante es una minucia para el que anuda cada día esta cuerda de horca. Ya no hay remesa de ovillo. Una sabe dirigirse hacia la ofrenda de la madrugada  de escombros y escarnio. Sabe coger su maleta y cerrar el caparazón. Ahondar vela "Ofelia" y marchar del desprecio por mucho amarre. Con la lluvia melómana sacudiendo el calor estopa. Y vivir del recuerdo. Y saber que clase de herida es la que mata porque lo demás, afirmo que, es una gilipollez.

Estimada Lladó

El primer aniversario de tu partida en un mundo que quizás  no era el adecuado. Te fuiste con un reloj que gestionaba la voz perenne del asedio y la probabilidad para decidir el peso absurdo de las cosas. Te imagino aún rodeada de flores  y lucho para que mi memoria te mantenga como la brisa que reverbera tu presencia lumínica. Eso ocurre cuando muere  una persona que tiene nudos con tu red de agua. La acequia se inunda de un cloroformo extraño  y convives siempre con la belleza de los que te protegieron un momento en sus vidas. Te colmas las manos de púas y caracoles. Y rezas  cohibida en un ángulo. Por el alma, que es la más poeta, de aquellos que abandonaron pero residen como un pellizco temprano de amapolas y verde. Porque en cada portal te glorifico. Aunque no se lo diga a nadie. Ni hoy visite la tumba. En el primer aniversario de tu partida. Porque a veces nuestro cuerpos viajan y sin embargo estamos quietos como un cachorro en la jauría.

Ejercicio azul

Cuando sumergible mi cuerpo narra  en la piscina mi pena,  me libero  de la carga astral  heredada del letargo. Bucear en la burbuja azul de cloro  alivia la compresión de las vértebras por las palabras malsonantes y las acciones de aquellos que ejercen un daño seco. Aquellas grapas  que igual que una sutura entuerta  se movilizan peces con el nado que provoca la nada. Me encanta liberarme  de mi cola pez y cantar el ahogo. Mirar el fondo y  observar el mosaico que de niña  quería desprender de su tortura. Son un tiempo de sanación acuática. Recuerdo fetal de madre. Anillo de agua que te protege de la sequía de un mundo atroz.  

Muerte dulce

No te parece que el escándalo de una lavadora parece un aullido nocturno. Una reyerta de metal y agua centrífuga con pensamientos delatores girando y girando para despertar al público horizontal. Pensar en el ahorro  después de haber vivido en casas prietas. Con el cálculo de trozos y el vigilante de turno para sacar la ristra de ropa  hacia un tendedero que de noche parece una alambrada en un huerto. Ya no saben que hacer para domesticar nuestras ensoñaciones en mareas de jabón de Marsella con alguna heroína  que lavará a mano los trajes de su vida. Iremos más pecadores con la suciedad del sudor de fábrica. Y lavaremos en tintorerías de autoservicio nuestras pequeñas conversaciones de tránsito. Tal vez, dejemos de ser tan pulcros igual que un lenguaje de fragancias para todo tipo de textil. O volveremos a vivir la madrugada esperando la renuncia de un electrodoméstico para caer en plancha al lado oscuro.

La prueba

Me enseñaron a ocultar la cuerda floja . A no saciar a pesar de la sed y de la gula. Por ello los ojos aprendieron a tragar el llanto como el que bebe un jarabe de ocres en un campo radiactivo. De tanta emoción contenida las palabras casquivanas fueron una erupción que cubrieron de lava mi cuerpo. Quemaduras que insertaban  la muerte familiar, y el destierro paralítico.  Llegó un punto que de tanta volcánica  presencia fui montaña. Un gigante de piedras y despeñaderos con el beneficio de la duda de la mañana con el sol que no osaba a menguar el lenguaje de los mudos. Cómo pesa esta masa que cede hacia la noche. Con la garganta agreste. Las aves circulando la sierra. Que corta, tala, arde y come. De la súplica de Tántalo y la herida. Que las lágrimas son cada abecedario que esclavas petrifican el ansia. E s c r i b i r. Todo un manto de grava. L u c h ar. En cada granizo de cal. P e r d o n a r. A pesar de la primera piedra. M o r i r. Y que no percibas mi apatía.