Lee

En ocasiones por la teletienda

la palabra amor

se presenta con el estómago vacío.

Anillos de dientes 

y pulseras de hospital

que invitan a la propagación

de un mohín.

Yo considero desde mi ignorancia

de mesa, de espectador

con pata de palo y sin corbata

que un libro 

es como un buen polvo.

De inspectores de polo Lacoste

y cigarro-trampolín en la boca.

De poemas

en tiralíneas de abismo

en bares con lupas

escritos por la mano culpable

indistinta de sexo.

Si me quieres.

Abre esa página amarilla de primavera.

Y lee con la voz

de los aviones que despegan

un trozo de la vida de esos seres 

que inhalan a través de la mirada 

caleidoscópica.

Regala un libro sin xenofobia

qué no es mejor un género que otro.

Levita y besa el germen verde

del trébol que supone esta hazaña.

Las historias que buscan directores de cine

o el alma para dormir sobre el pecho

de un cuerpo que lee.

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