Resonancia
Enciende cada farola de la calle
el amor que muda de techo, que se resiste a perecer
por los desagües igual que la lluvia intermitente.
Las puertas cerradas provocan temores,
te recuerdan el desamparo,
al frío de los metales de los balcones sin macetas.
Por eso al unir tu pesar con el mío
hemos abierto lo imposible, el canal,
la esperanza fritura del aroma del que tiene hambre de besos.
Porque cuando yaces, oigo a dos metros de distancia
el esqueje de la vida, la proximidad
de tu ruido. Y los atesoro como fotos antiguas
y cucharas de plata.
Describo la lentitud del poema
para confesar abiertamente que amar a la noche
te cubre de estrellas y a la vez te lastima
en un viaje de autobús, de sopa de sorbo,
del vaho que irradias
a esta mujer que tiene sus muertes contadas
de sarpullidos de penas.
¿No crees que a veces el trabajo en equipo es un amor que no tiene uniforme?
Que asumir pinta hiedra y que olvidar enmohece.
La puerta se ha abierto.
Pues si la puerta se abrió que sea propicio el viento y benigno el destino.
ResponderEliminarBuen poema, enhorabuena.
Gracias, querido Julio.
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