Cenar plutonio.

Incalculable la belleza en el extermino de la luz,
al contemplar
las caracolas como flores ramos de sabana.

Deambular por la avenida,
y dos cuerpos adolescentes
que se besan,
abrazando la soltura cordel de sus miembros.

La fugacidad de la hoja en la tempestad;
la incertidumbre del mosquito
cuando quiere atravesar el cristal de un coche
y estampa su vida raquítica
con la sangre humana.

El pájaro desconcertado
desplomándose contra la acera;
acaso, en la destrucción no existe borrachera,
no arrecia como un caleidoscopio éste,
de poetas suicidas en la lectura de cada verso,
que se encienden y se carbonizan
arrojando desde su boca arquitectónica
la lava incontenible.

Vivamos, pues, sin temores
el movimiento de los continentes.
El insecto de procreación, el verde esputo ante la rabia del huracán,
la juventud efímera
y tantas armas de destrucción misiva
que metemos a pies puntillas en calzadores, galápagos de redes.
de la grima palabra poetisa.

Todo empieza en consonante
y muere en vocal.

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