Bitacora de Londres: Vuelo
I
A mi lado izquierdo
dentro de la ballena de una línea aérea;
un matrimonio mal avenido,
de esos que aparentan ser felices,
con su camisa impoluta,
con los zapatos de ante sin mácula.
Españoles que pretendían
ser anglosajones
en su estupidez de viajar
con los brazos cruzados.
Había tan poco sexo en su posado
que apenas un roce
antes del despegue.
Tanta soez, me recordaba
a un plato de macarrones sin salsa.
El no arder lo que somos.
II
Sobre sus rodillas yacían dos libros
y ninguna rosa;
parecían los Amantes de Teruel (Y no acabo la rima).
Ella, Gabriel Márquez,
con sus cien años de soledad marital.
Él, Vargas Llosa,
fiel lector a pesar que a la vejez Ébola
se haya letrado rosáceo.
Si fuese ella,
como fui yo esposa
de similar estrago,
al bajar la escalera
solicitaba
la disolución.
A mi lado izquierdo
dentro de la ballena de una línea aérea;
un matrimonio mal avenido,
de esos que aparentan ser felices,
con su camisa impoluta,
con los zapatos de ante sin mácula.
Españoles que pretendían
ser anglosajones
en su estupidez de viajar
con los brazos cruzados.
Había tan poco sexo en su posado
que apenas un roce
antes del despegue.
Tanta soez, me recordaba
a un plato de macarrones sin salsa.
El no arder lo que somos.
II
Sobre sus rodillas yacían dos libros
y ninguna rosa;
parecían los Amantes de Teruel (Y no acabo la rima).
Ella, Gabriel Márquez,
con sus cien años de soledad marital.
Él, Vargas Llosa,
fiel lector a pesar que a la vejez Ébola
se haya letrado rosáceo.
Si fuese ella,
como fui yo esposa
de similar estrago,
al bajar la escalera
solicitaba
la disolución.
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