Yo no soy Sancho Panza.
El corazón en una bolsa de té duele,
pero, no soy el calienta piernas de nadie
antes del baile, ni la recoge pelotas frustrada
que quiso ser corista de primera fila y ahora,
barre las colillas de los cajeros automáticos.
Soy Selene, soy Tramuntana,
mar salado de costa sobre mero, y
valgo crines, amuletos, celta sombra
y miles de farolillos en ríos de despedida.
No merezco humillación alguna, si de esta maceración
el agua se vuelve roja con sus frutos del bosque, pues,
controlé la ira ganando el primer asalto,
sopesé las palabras como la compra a granel
en la balanza, y ni un gramo se excede.
Vale la pena el tiempo. No padecer nada,
si al caso que te han hecho un favor;
sólo el empujón que venía tiempo sintiendo
para poner los pies caminantes
hacia sueños de poema.
Que satisfacción ser besada, por un hombre
que besa, que autoestima creciente que te abrigue
al amparo de la noche con sus brazos de montaña.
Es el momento de la tierra.
No aguardar más que alba y meditación.
Yo sé ya lo que quiero.
Sentirme respetada.
Y eso hace tiempo que nunca sucedió entre bastidores,
sólo una planta que será salvada del aquelarre
y mi sonrisa por sentir la libertad del laberinto.
Yo ya sé lo que quiero.
Y no eras tú.
pero, no soy el calienta piernas de nadie
antes del baile, ni la recoge pelotas frustrada
que quiso ser corista de primera fila y ahora,
barre las colillas de los cajeros automáticos.
Soy Selene, soy Tramuntana,
mar salado de costa sobre mero, y
valgo crines, amuletos, celta sombra
y miles de farolillos en ríos de despedida.
No merezco humillación alguna, si de esta maceración
el agua se vuelve roja con sus frutos del bosque, pues,
controlé la ira ganando el primer asalto,
sopesé las palabras como la compra a granel
en la balanza, y ni un gramo se excede.
Vale la pena el tiempo. No padecer nada,
si al caso que te han hecho un favor;
sólo el empujón que venía tiempo sintiendo
para poner los pies caminantes
hacia sueños de poema.
Que satisfacción ser besada, por un hombre
que besa, que autoestima creciente que te abrigue
al amparo de la noche con sus brazos de montaña.
Es el momento de la tierra.
No aguardar más que alba y meditación.
Yo sé ya lo que quiero.
Sentirme respetada.
Y eso hace tiempo que nunca sucedió entre bastidores,
sólo una planta que será salvada del aquelarre
y mi sonrisa por sentir la libertad del laberinto.
Yo ya sé lo que quiero.
Y no eras tú.
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