Inventario.

Mis manos están resecas por el cartón de la mercancía
pero, más árido es mi sueño, el llevar los labios rojos
en memoria de mi abuela. O saber que la ropa con olor
a chimenea me recuerda a Xisco, ese hombre que fue como un padre
y que murió fuera de hospital, un domingo, en una semana
de alucinaciones y malos presagios.

Tengo la señal de tres partos en mi muslo derecho.
Tengo la marca de tres golpes en mi muslo izquierdo
y debajo de un seno.

Y siempre acontecen
imágenes, en un ritual devastador,
nunca cesa el infierno insoportable
del tener testimonio
que en estragos nunca duerme.

Si yo contara lo que he padecido
nadie me creería, de tan inverosímil,
de tanta crueldad.

Vive dentro bajo la tierra
de mis ojos,
y yo quisiera saber por qué sobreviví.

Y si algún día
podré recurrir a la normalidad
de los tomos de los libros, del agua hirviendo esperando arroz,
o los peldaños que llevan a estatuas con sabor a cereza.

Un jardín de flores perlas y un balancín.

Este año, determina, la esencia,
el recapacitar porque fui a terapia
si fue para olvidar un amor,
y volví a intoxicarme de sus maliciosos juegos,
pero...si él es el de una vida
coexistirá hasta el último día de cera
y faisanes abiertos a los garajes.

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