Caminito de Belén
Las Novedades en Brooklyn
son un fenómeno de masas,
los vagones de los trenes se visten de color fantasma
y el sector norte brinda con licor dulce
con dedos abrigados por guantes tentáculos.
Éste, es el más tranquilo,
conversando con tres adolescentes japoneses
con mi inglés de parvulario y su español de carta de vinos.
Es creo que... Nochebuena o simplemente es noche,
larga la travesía cruzamos pueblos,
de películas,
de vaqueros en blanco y negro.
Sorbo un poco de tapicería azul
y cuento las estalactitas del techo.
Este festival de papeles de regalo,
se adorna con el bicho neutro del miedo a la muerte,
caparazón de placer y apurar la melancolía;
vestir de rojo nuestros sueños,
tanto frío en los túneles con semáforos descuartizados
y ratas pedigüeñas buscando canales de pago,
los días que se visten de la añorada luz del verano,
pero, hoy, he visto el brillo de la bola de plástico
que cuelga de la naturaleza amputada,
estaba en los ojos de las personas, en el olor a asado de las callejuelas,
en el abrazo de los que procedían de Alicante, ciudad colindante de Brooklyn.
En la humedad que lamió las aceras, los péndulos y los cristales
de taxis fúnebre,
buscando aliento para romper vaho.
Podría decir que esta campaña es una mierda. Pero acabaría
en la comisaría de la venta al por mayor de los suicidas.
Yo quiero, cuando salga de este ferrocarril de largo recorrido
y me atreva a despedirme en nipón,
encontrar la ladera del queso azul edulcorado.
Un hombre trajeado con lentejuelas
con un ramo de llaves inglesas
pero hallaré el eco de los corchos violados
y los contenedores con las fauces abiertas
al consumo.
Por qué tanta soledad.
En el campo alejada de los magnéticos,
de los tintes de pelo lana,
de la barbarie de niños que mueren de hambre
en hospitales por falta de suero.
Y lucho, y lucho,
atada a una silla giratoria,
cualquiera día
me invento mi propia Navidad
y acabo con sarna en una campamento del Sahara
porque vivir así es morir de termitas,
es la falsedad arbitraría
de un ciclo, aseado e infectado
por las heces del progreso.
Yo
aquí fago
sola
todo
cauce y cloaca.
son un fenómeno de masas,
los vagones de los trenes se visten de color fantasma
y el sector norte brinda con licor dulce
con dedos abrigados por guantes tentáculos.
Éste, es el más tranquilo,
conversando con tres adolescentes japoneses
con mi inglés de parvulario y su español de carta de vinos.
Es creo que... Nochebuena o simplemente es noche,
larga la travesía cruzamos pueblos,
de películas,
de vaqueros en blanco y negro.
Sorbo un poco de tapicería azul
y cuento las estalactitas del techo.
Este festival de papeles de regalo,
se adorna con el bicho neutro del miedo a la muerte,
caparazón de placer y apurar la melancolía;
vestir de rojo nuestros sueños,
tanto frío en los túneles con semáforos descuartizados
y ratas pedigüeñas buscando canales de pago,
los días que se visten de la añorada luz del verano,
pero, hoy, he visto el brillo de la bola de plástico
que cuelga de la naturaleza amputada,
estaba en los ojos de las personas, en el olor a asado de las callejuelas,
en el abrazo de los que procedían de Alicante, ciudad colindante de Brooklyn.
En la humedad que lamió las aceras, los péndulos y los cristales
de taxis fúnebre,
buscando aliento para romper vaho.
Podría decir que esta campaña es una mierda. Pero acabaría
en la comisaría de la venta al por mayor de los suicidas.
Yo quiero, cuando salga de este ferrocarril de largo recorrido
y me atreva a despedirme en nipón,
encontrar la ladera del queso azul edulcorado.
Un hombre trajeado con lentejuelas
con un ramo de llaves inglesas
pero hallaré el eco de los corchos violados
y los contenedores con las fauces abiertas
al consumo.
Por qué tanta soledad.
En el campo alejada de los magnéticos,
de los tintes de pelo lana,
de la barbarie de niños que mueren de hambre
en hospitales por falta de suero.
Y lucho, y lucho,
atada a una silla giratoria,
cualquiera día
me invento mi propia Navidad
y acabo con sarna en una campamento del Sahara
porque vivir así es morir de termitas,
es la falsedad arbitraría
de un ciclo, aseado e infectado
por las heces del progreso.
Yo
aquí fago
sola
todo
cauce y cloaca.
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