DIEZYPAN

Duerme tumbado en el sofá,
lleva mi batín,
cubierto por una manta
que aroma mi cuerpo.

Demasiadas pastillas blancas.

Duerme y le miro.

Puesta en hache
con los codos entumecidos
frente a un portátil.

Las huellas acosan al teclado.
Divagan en que ese hombre
es una poema de poeta maldito.

Que aprendí de memoria
y sin él, vivir no se puede.

Lluïsa Lladó.
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