El credo

El otro día reflexioné sobre el prisma que difiere de la evangelización poética.

Cuando una persona ha nacido en un contexto propicio: con una madre pintora y un padre novelista, con la fortuna de una buena formación académica y merodea en la lengüeta de un surtido de reales academias, universidades y escuelas o con más premios, en su haber, que números tachados en un cartón de bingo (en una feria), supongo, que considera que determinadas acciones resultan irreverentes y obsoletas.

Cuando una persona es poeta y trabaja de cajera en un supermercado y su padre es el vigilante de una obra y dejó la escuela porque debía ayudar en su casa o vive en un pueblo con la cobertura de un cielo sin nubes, y así mil deformaciones alejadas de los castillos, los príncipes y las princesas, créeme apreciada persona, la evangelización poética le va a quitar pesos, en este carrera de obstáculos a llegar donde unos con el azar logístico de las probabilidades, que nacen y no se eligen, han florecido.

No es lo mismo una flor cortada en el jarrón, que cavar la tierra hasta encontrar la simiente.



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