Avenida Valencia

La poesía, sí, ese temblor de hiedra,

pasamanos nogal que busca la mano ágil.

Las calles con zapateados 

de distintas morfologías 

en un acicalamiento del Levante.

Los ludópatas apostados en el bordillo, 

visión de fin de juego,

que apuran la colilla 

en su frenesí alucinógeno.

Las chicas de tez tostada

con hipo de cerveza y los pretendientes, 

durante el baile obsceno, 

de los pagafantas.

Esta avenida de supermercados 

y hienas sobre la matriz "asfalta"

en su reguero de autos y buses 

que une la malquerida con el anhelo.

El Telepizza con su apatía roja 

de frente a un restaurante indú 

de luces inexactas.

El kiosko de la O.N.C.E. , la nave espacial

que verde crece al amparo del árbol.

Esta calle larga como una dieta,

poblada de rostros del mundo,

de estirpe y aceras que se turnan el sol

a jornada partida.

Es mi ruta al centro de la tierra,

mi cauce gris, mi cauce marrón 

cuando el temporal lo anega.

Cajeros, fruterías, pollo asado y telefonía móvil.

Personas, perros, pájaros, gatos, ratas.

Avenida Valencia.






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