Reseña_Su cuerpo_habla_de_María García_Zambrano
Existe la polisemia en la expresión la lengua de las mariposas, al referirnos a su anatomía (espiritrompa) o a la capacidad de expresarse con el medio.
Un lenguaje que no precisa de revisiones académicas y sí de las que se maceran en el ánima.
El cuerpo, también, habla, da sentido a una obra poética que revela los orígenes de la comunicación. Habla, en el sentido literal, del Amor y la Esperanza. Nombres propios en una mundología inaccesible que sólo reconocen los destinados al regreso del umbral de lo que realmente nos une en un idioma común.
No es un varadero de la necesidad básica; es la lingüística mística del abrazo, de la hermandad, en definitiva, de la paz global, que se extingue entre las luces de las cámaras movilísticas y el verdadero halo de la esencia, donde es más fácil la creación de un conflicto verbal.
Los seres vivos en las eras primitivas establecieron una serie de señas o señales, el sonido se domesticó, la imagen se consagró en hitos para desmenuzarse en una iconografía que ha retornado en el siglo XXI a través de los emoticonos, la semiótica estandarizada con sus códigos e imágenes no precisamente de sanación, sino de celeridad, del ahorro mental frente a la desesperación que supone pensar en un mundo sin tiempo.
¿Se extingue el contacto, la oralidad, aunque provenga del quejido de un hueso? En pro de un tipo de lenguaje que nos aleja del arrullo, del mecer, de la conjunción con la vida. Del nudo-lazo, en definitiva, de la matria.
María García Zambrano no sólo esgrafía el vínculo materno-filial, nos alecciona en una inmersión de testimonio donde relativiza lo que verdaderamente se ensalza como una nueva expresión. Esta postura crea en el libro una conexión filosófica, una corriente espiritual donde la autora establece un diálogo, un dogma interno y personal.
Las estrofas en las primeras partes poseen una posición estratégica de balbuceos, un vaivén que se va tornando hacia una imagen tradicional y que, en ocasiones, como un hipo revelador, irá apareciendo de vez en cuando. Una colocación que obliga al lector al movimiento ocular en un lúdico acogimiento.
La música del cuerpo, la mirada órbita, se convierten en altavoces de los sentidos. Poemas orgánicos con la alfabetización de los gestos y lo físico. La geografía corpórea se convierte en belleza, en manifestación; las articulaciones se ensortijan con la caligrafía de la naturaleza orgánica donde el AMOR se sublima con versos que transgreden por su ritmo y su exultante fuerza.
Después, el libro vira hacia una aceptación de lo irreversible y profetiza con imágenes retóricas muy potentes, donde la constatación se enerva y sucede el recuerdo regresivo hacia aquello que permanece estático en la memoria y que reclamamos como nuestro.
La poesía de María García Zambrano nos rasga, nos corta, como ella bien describe en el verso de un cuchillo afilado para destripar aves. El tránsito aparece ineludible, la herida en una sentencia que recurre a la mitología de la horda.
Es imposible no llorar, no emocionarse, no sentir el gramófono de su latido.
Enhorabuena, María, porque este cuerpo ha hablado y será escuchado con la profundidad del eco de la galaxia.
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