Praga


He muerto varias veces en esta ciudad, Praga,
con la lluvia improvisada que escribe 
jeroglíficos extranjeros sobre el cristal 
de esta vieja ventana.
En esta buhardilla, siento una soberanía prestada; los tejados se antojan caprichosos,
a mis ojos,
y la sucesión de campanarios
rompe cada pensamiento en una oda olímpica.
Sí, es hora de tomar decisiones, de no obviar 
que vivo de prestado hace mucho tiempo 
y que esta espalda toldo, que ilusa creo que me protege, es más que una falacia.
En ocasiones, no basta con prohibir la felicidad individual, ni renunciar a lo mundano 
para ser aceptada en un redil que 
está amparado en una realidad virtual.
Ni la fustigación, ni el mirar el amor 
tras un escaparate no libran 
de las consecuencias, porque el abandono 
siempre lo escribe quien te ha expulsado 
del paraíso, de los bares de copas y del manicomio.
La complejidad de Electra que dormita 
en mi estómago para valorarse aún más 
y decir "no" a los que abusan de mi soledad.
Llueve en Praga, los truenos acicalan a las nubes y a lo lejos de esta calle no hay nadie 
que dañe, a no ser que sean los decrépitos fantasmas que me envuelven en un saco de incompetencia.

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