EL ÁNGEL DE LA CASA - Rosa Silverio (pasión medular).

Rosa Silverio  en su obra "El ángel de la casa" de la Editorial Huerga & Fierro  (y con un excelente prólogo de Marina Bianchi), se desnuda en tres bloques sin ningún tipo de prejuicio ni tabú; tan intensa expone su determinación que prescinde de los signos ortográficos con la intencionalidad de que su discurso poético sea una hemorragia clínica e interna, sin ningún tipo de salvación para autoconvencerse de la condena eterna.

El castigo de asumir una derrota, una derrota que no ha podido evitar en su empeño de sanación: el amor, además, simboliza la terapia, el gurú de cualquier epopeya humana, con el contribuyente del sexo que es un bálsamo al cual se le atribuye miles de beneficios físicos y mentales, pero ¿qué ocurre cuando Medea es consciente de la atrocidad acontecida?, ¿qué siente Abraham cuando deposita a su propio descendiente para el sacrificio en señal de prueba hacia un amor divino?, la destrucción y el caos que acontecen cuando uno no puede detener lo inevitable. Así es, como la poeta Rosa Silverio se magnifica en un canto hacia una esperanza con espinas, la capacidad amatoria bajo los efectos de la ensoñación que quieren levantar un imperio carnal y psíquico, mas queda quieto, hostigado y con un veredicto inapelable.

La poeta Silverio se desborda en una poesía amorosa que lucha entre la enfermedad y todo lo que implica su presencia, con la generosidad amatoria de una poesía que osa a descarnar al amante en un acto de sublimación; se ofrece dádiva en cada palabra, representando un dominio claro del lenguaje con referencias constantes al cuerpo humano y a la hegemonía religiosa de la biblia, la caída (tan redundante en el libro) del ángel que lo transforma en Ícaro.

En el poemario también existe la evocación de sus poetas suicidas de cabecera, la entrega del Barroco con amores devastadores (Quevedo: "Polvo Serán, Más Polvo Enamorado"), el misticismo sangrante de Sor Juana Inés e incluso me recuerda a una "Divina Comedia" del Siglo XXI, donde Rosa es Dante atravesando infiernos y su tránsito es un río sanguino, porque el dolor es inmensurable  en una máquina pero sí cuantificable en la expresión escrita. Y ella, Rosa Silverio, es capaz de convertir el dolor en belleza.

Me llama poderosa la  atención los símbolos del pijama azul y la habitación blanca, los cuales reitera y que poseen dentro de su sencillez estética un poderoso contexto.

¡Bravo Rosa Silverio!






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