He aquí el móvil

I

¡Qué extraño es el derrumbe de un cuerpo!

En exposición pública te caes 

como un botón mal cosido 

y todo sigue su curso:

Los ríos,

los talleres online,

las carreras de fondo,

la gota de sudor sobre la superficie.


II


¿Cuántos ojos necesita un lisiado?

Un libro quizás, menos unidades.

¡Un montón de libros expuestos para tan pocas visiones!


III

Te miraba y eras la ciudad en que un día fui feliz.

La ciudad que ha mudado sus solares

por edificios de alta gama,

edificios que parecen rocas coralinas 

por su vacío a barlovento.

En un futuro próximo

la vida se ocupará de rellenar el silencio:

electrónica, tela y metal.


El libro de páginas de pétalos de gladiolos blancos.

Fuiste, sí, esa ciudad.

IV

La poesía no tiene edad para morir

porque no muere nunca.

E invoco cada día 

porque exista un libro de versos 

sobre el escritorio de una escuela.

Mueren poetas jóvenes

como el paréntesis de una Generación Beat

esfumada.

Nosotros somos la fluidez pandémica.

Los genes a los que nos frenaron 

el tratamiento.

Los que con la detección precoz 

se nos tragó la lengua.

La fórmula que el aislamiento

nos convirtió en la liga de las estrellas.

Ligadura de trompas de Jericó.


Mueren los poetas.

Leer debería resucitar aquel estigma.

V

La hora de mirar al futuro

ejercita las agujas del reloj

en un baile de Tik Tok

que hace gala de una demolición aparente.

Tanta división entre las lenguas,

los fragmentos de la sílaba proscrita

que buscan una identidad.

Los poetas que mutan 

en una artificial inteligencia 

donde la unidad ya no es una medida de cambio

es una porción agrietada 

como una pizza de cuatro estaciones

en una rave de adictos a la palabra 

y que ha convertido la hermandad en islotes.


VI 

La ciudad en que un día

volaron flamencos 

sobre mi piel de cebolla.


Yo no sé hacer grande un jersey de lana 

que se encogió en la lavadora.

¿Imaginas mi corazón chico en remojo con vinagre?

VII

Acaso solo existe la posibilidad de un neón,

la presencia digital

de los que en hordas publicitan 

el miedo a la muerte 

en los otros.






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