Piso con vistas
Adquirimos una vivienda
delante de un descampado.
Un solar con trastos de hierros
y ratas de pelo visón.
Nos afirmó el de la inmobiliaria
que la no profanación estaba asegurada.
A pesar de los desperdicios y el ruido nocturno
que emiten los roedores
cuando copulan.
El mar se divisaba desde el taburete del Office.
Ahora, la grúa y un camión con obreros
tejen a diario
una malla de cemento y vigas.
Ocultando aquel futuro
que ensimismado parecía intocable.
Un rascacielos delante de una ventana.
Así, fue el amor entre nosotros.
Yo sabía que era imposible
que la especulación no negociara
en esas tierras de cuerpos.
Qué lo que veían mis ojos
no era más que un sueño entre insomnio
y pronto quedaría tapiada la esperanza.
Para edificar hasta el mismísimo borde
de la costa.
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