N.A.V.E.

Tenía la imperiosa de tomar un tren 

y descruzar de nivel todos los pasos.

La gran velocidad

cómo un unicornio metálico

para sentir que existía.

En su vertiginoso 

cada pueblo se queda pequeño.

A los ojos y a la tierra y a los árboles.

Compitiendo con la

ventana aislante de pasaje que en hileras tejen 

una franja incapaz de ser observada

por los pájaros.

Azul desodorante. Verde PayPal.

En armonía.

Del este al sur. Descruzar

en lluvia de clarinete al hablar 

una grabación por los altavoces.

La poesía trotamundos. Aunque sea en un Blablacar que llegue al corazón 

de un parquímetro y una lata.

Viaje de Fuenteovejuna.

Con lunas de tortitas de arroz.

El móvil preñado de fotos.

Y un libro entre las manos.





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