Quimera

Existe un vecino que todavía adorna

su terraza con las luces navideñas.

Una guirnalda de cuentas, fuera de línea. 

Qué ilumina, en cierto modo,

los barrotes que separan una casa 

del arrecife.

Supongo, que un enamorado

se asimila a la celebración

de un hecho reiterativo.

Se ponen adornos a siniestro

por todos los lares, te disfrazas de Papá Noel

y con un saco haces acopio

de promesas y otros cacharros

que acaban en el cajón de una cómoda.

Es curioso ver cómo parpadean

las bombillas, reflectante de las resistencias

para no extraviar los días festivos y de colesterol.

El amor afónico

pidiendo en plena calle un vaso de agua.

En un mes que ya olvidó

el turrón y el ron de la cesta 

de caja de cartón. Pero, ya sabes comadre

que existe

una variante de ilusos

que creen en la decadencia,

de soñar la eternidad de un abrazo

aunque sea mal colgada en un balcón.

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