Bosnia

Existen epílogos 

donde mi cuerpo se posa cerca 

de un extrarradio taciturno.

Me embarga la ansiedad

en forma de pinza de tender la ropa,

pellizco en el corazón,

qué duele. Sí, causa un desfallecer

de tirantez y pena 

acústica.

Ser donante del anochecer

al surco de no tenerte a mi ladera.

Para quedarme como una portal 

entre la corriente del aire 

y el silencio potro 

de este vacío de pupilas.

Cómo me gustaría abrazarte  

en esta escuela de indómitos.

Y dormir sobre tu pecho, 

con el latido hasta que sonara el despertador.

Te quiero.

Y sólo se lo digo a esta pared 

sin nadie.







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