Fruta de invierno

 

Añoro la pulpa.
Al hombre que con sus brazos y piernas
cerraba el nudo de mi vientre.
Lo extraño tanto... que cruzo cada diente de mi boca
para recuperar la flor que seca yace en un museo.
Un relicario de esporas
amamantando la hiel de los coches en los desguaces.
Busco la imagen exacta.
El pueblo perdido.
El bosque de una publicación petrolífera.
Donde te convertiste en un serrín dentro de mis pupilas tierras.
Rasguños de eco cavando en la dentadura
un lugar en la que se ha unido la lengua
con la evidencia.
Añoro la pulpa.
Como un manzano con el desnudo otoñal.
Las manos de branquias
en un sueño de ruidos en un acuario.
La soledad del que no te mira a los ojos
cuando clava un veneno
en tu sombra.
Aunque pintara un cuadro.
La herrumbre sería el verde de las montañas.
Y yo fatigada de tanta búsqueda estelar
repetiría:
"Añoro al hombre que nunca existió".

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