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Mostrando entradas de julio, 2019

Amistad

En la guerra sucede que los combatientes reconocemos la amistad entre los muertos. En las trincheras siempre la locura del día a día deriva que irremediablemente confiemos en soldados afines: Mi copiloto en este infierno nació en Chequia. El sonido de las bombas, el reguero de sangre menstrual y las canciones negras del algodón han creado un vínculo cercano de fraternidad  en la leprosería. Siempre un francotirador protegerá la espalda mientras las bengalas iluminan la cara de los niños. Y saldrá del trance malherido el miliciano para regresar a casa sin piernas. Y una medalla de consolación. En este mes de julio con el laberinto del bosque frondoso encontrar un amigo ha sido determinante. Te da pena cuando se marcha con el canto del aeroplano. Pero sabes con la certeza de la eternidad de una serie bélica que el viento acompañará la hermandad de los apátridas.

Absurdo

Ayer vi la película Tokio blues. Y hubo instantes con planos tan insulsos que podía bajar la basura y dar una vuelta a la manzana. Los personajes quedaban congelados en la pantalla y la clásica música ensordecedora con pretensión wagneriana de postal, hacía que una obra fuese una pared maestra. En los días de exterminio La felicidad rezuma con mi mano en una bolsa de ganchitos y la sintonía de un capítulo de humor de Mota. No tienes ganas de pensar. Sólo consumir el instante primario que te libere del tedio. Supongo que así fabrican la hipersensibilidad.

Zuecos

La muchacha se ha quitado los zuecos, puños de plástico que amparan: La carne henchida. Los pies del ahogado después de caer de una patera y flotar doce horas laborales. Las uñas que parecen cáscaras de legumbres, la debilidad humana: traducción de la fortaleza y el coraje que deberían tener alas para la vendimia de los pisapapeles.

47 grados

En un caldero flotamos. Nos han convertido en vegetales de nuestras sobras que guisan en un cocido. De cada tallo, vulva, desgracia sacan el jugo verde del matasellos. En el autobús el calor hornea las moscas que se pegan en los cristales.

Escarnio

Si cada cardenal que decora las piernas hablara de su misa difunta. Y el sudor de los pliegues del rocío humano. Calles de venas dolientes y níveas. Que con Trombocid maduran en el alivio convertido en una ola de orilla. No puedes ver el mar. Ni pisar la arena de jengibre Pero la brisa "medical" agradece la soledad de la redención. Mil flagelaciones. Sobre la tarta de fresa. Pringue. Y ganas de llorar.

Música para animales

Estar agachado un millar de veces como señal de reverencia al dinero. Los caballos pasean sin herradura y usan a las personas que tienen mapas arañados en los muslos. La carga se sintetiza como una tecla de música electrónica para el entumecimiento de los brazos. La sequedad de la boca. La vejiga pletórica. Y no poder ni orinar. Bajo un árbol de grillos. Co-mo-co-mo-co-mo.

Butaca con vistas al dolor.

En la selva no hay salida de emergencia. Los monos matan a las mariposas. Y la ley del más fuerte amperio. La mentira es la bala habitual. Y todos los depredadores miran con anteojos de piel de serpiente. Tengo temor al escuchar el tintineo de la araña asesina. Pero en el boxeo nacen las orquídeas. Y cruzaré los rápidos en esta canoa con la verdad por remos de piedras de remolinos de cadáveres tullidos de noche vestida de agua. Este hedor insoportable que cierra la aduana. Un día extra en la montaña rusa: Supone una victoria para alguien sentado en un sillón de perro.

Éxtasis

El agua se consume a mares porque somos peces flotantes que limpian la porquería ajenjo. El tiempo regula el aire, comprimido de lo imposible. Las vértebras se convierten en una espalda plegable de calmantes y cervezas. Esta noche tengo el cuerpo roto. De no dormir. De abusar de la cafeína. De ingerir masivamente pociones que alivian el hueso y el músculo. No puedo caminar en la cuerda del funambulista sin caer en la cuenta de que acabaría borracha sin hotel.

Nadación

Aquí caben todas las mujeres del mundo en un racimo de butacas. De continentes. De mutilaciones. De ladridos. De corazón con resina. Hablando el idioma de los náufragos. Seguimos hacia la costa sosteniendo el sudor, la fatiga y la dignidad.

Faro

Tenemos el color del ala de la mosca en nuestros tejidos. Y la extenuación del botón que soporta el látigo continuo. Una llega al inalcanzable baremo del dolor Engullidas dentro del estómago de un autobús con el calor del desierto Y los cuerpos, escancia del zumo, sin límite. No sabes cómo estás de pie todavía.

Cocó canal

La señora Coco sonríe con todo el marfil de cien elefantes. Se siente muy bien. Ha llegado a donde otros jamás osarán. Un pasaje de avión, un precario contrato de trabajo y cuatros palabras en español y en inglés. Se siente muy bien. Y ha pedido que la retraten con su uniforme de guerra detrás del autocar que cada día nos conduce al infierno. Ella hoy se ha graduado con los honores. De los pájaros de África. Las señoras de blanco la miramos estupefactas con nuestros dientes amarillos.

Nido en la palmera

Al polluelo del asfalto le falta aún una semana para volar con paracaídas. Las mujeres de yeso buscan al pájaro para descansarlo sobre el verde de una muerte asegurada. El nido en otro planeta. Los gatos con gula. Las hormigas afilando sus tijeras. Nuestros ojos que no lloran tampoco saben volar apenas una semana del cielo.

Tala

Los operarios han exterminado el bosque guirnalda que abrazaba a la escuela. Cuando presencié la marabunta de troncos paralíticos, en desorden humano. Una mierda de tristeza invadió mi tórax ante la tala de los árboles, gigantes sin cabeza, que en la noches de viento esparcían su semilla entre los coches de metal los gatos los contenidos de basura la acera. Desde su perspectiva sus hojas parecían cascabeles y su tez la cripta de viejos amores; ahora silenciados por la mano mecánica en una imagen de guerra. Después observé su mal. Estaban podridos por un extraño virus himenóptero que copaba la madera como una cerilla en el agua. Hubo que exterminar a la belleza infectada que vivía dentro de nosotros. La sombra no existe.

Todas las mujeres explotadas del mundo son maquilas.

Existen debajo de las ciudades ciudades de cloacas donde en ellas las personas son números de contadores de luz. A veces las maquilas exponen su cuerpo al agravio del placebo embotellado hacia mares subterráneos. Para quién brinda con cava del calcio del hueso obrero y se compra vestidos de lentejuelas con la sed morada de la piel en desuso. Siempre habrá princesas que no saben que hay mujeres que cuando tienen la regla no tienen ni compresas. Viven de sus fantasías. Mientras otras blasfemamos la incontinencia de la cadena de montaje anudada al cuello. Y no tenemos marido ni casa en Torremolinos. Somos las víboras feas de las que trabajan como granos de arroz pisoteados por la idiotez de los que compran la vida por un reloj de marca. Las diez.

Sinceridad

Pido disculpas por mi modo de desalmar las cosas. Por la mirada perdida en un bazar de Arizona con la puerta del frigorífico abierta a una dimensión ignorante. Y tu voz réplica zarandeando al espacio-tiempo con la garra huraña y mi cuerpo entre la cocina con vistas al vecindario y unas parrillas que blancas despiden la frialdad de un electrodo. Disculpas por mi alarmante, la colocación inoportuna. El abrazo no resuelto de la niñez. Y toda la artillería que los idos hacemos acopio. Barrer el trauma hasta acumular un monte. Por la habitabilidad de mis fobias. Y el goce cangrejo de ir de un lugar a otro. Pero, pienso, con aguja y vinagre. Qué el amor de las piedras más negras. Es el más preciado. Porque amar también se aprende. Y en la vacante tuve que leer de los libros. Así que te entrego este carbón. Qué contiene la honestidad más pura. Mi diamante creció del desgaste. Y en mis dedos existen cortes extranjeros igual que una puerta reabierta entre el m...

Society

Imagen
El 5 de julio fuimos hadas madrinas del relatario La Virgulilla, Ediciones Unaria, de escritores llenos de ilusión, imaginación y talento; Rosario Raro como prologuista y servidora como epiloguista fuimos felices con compañeros ya con muchos libros en su haber y otros que pletóricos de felicidad publicaban por primera vez.

Mensaje en la botella

Este vagón andante de la figura. En las visitas a transitorios. Una ecualiaza la sagrada y el embiste de aquellos fotogramas que se reproducen cual flores en nuestra corteza cerebral y naranja. El vaso con un danzarín de hielo. La arena sobrevolando las toallas con eslogan. La espina después de ser hambre. Los niños del patio. La presuridad del cuerpo cálido bajo la ducha en la barca bañera. La fruta en el árbol, sazón del pájaro. El beso sobe de sudor. La naftalina y el paracetamol nadando en un estómago vacío. El olor de lo inabarcable en el sedimento líquido manjar del batracio saltimbanqui. Un cosmos irreal de necedades en la fortaleza de la heroína repitiendo la lujuria de la palabra en la frase: No estás sola. Tus demonios delfines habitan en tu alcázar. En piscinas quemaduras. Las llamas son azules. Y el agua es la que realmente arde en las inmediaciones. El infierno con buques que perforan. Pero tú: mitad pez, mitad poeta sobrevivirás. Igual que ...

Recortes

El amor está hecho de retales. Un poquito de fieltro. Un mucho de lona. Trozos de vida, que cuajan en este abrazo humano las creencias. Que este hombro tuyo no es mío, ni la mano sagrada que mece tu pelo de nadie o de algo. Quisiera que de este insano devaneo, fuera la besada antes de que la noche sorprenda a las luciérnagas. Que el amor lo inventó un malnacido. Y lo ponen en venta los poetas en su tribuna. Que de tu espalda nace mi oasis. Y que soy un agujero negro de costas. Mas no olvides que de cada lámina de saliva embebe trozos de mujer y de hombre con las historias de los bares enjambres de metros. Alfiler, hilo y dedal del querer del bueno. Como son los que sobrevivieron a otros amores y que de sus amputaciones salieron cojos, llenos de gracia. Contigo poema y cebolla.

Escoria

El aliento del mes de julio se cuela por todas las rendijas en el horno del corazón con galletas. De todos aquellos que osan a mediar en su verdad absoluta. Que te tratan de mosca. De insecto que ronda la estancia. Y lo peor aún, es que juzgan de la manera más perniciosa la forma de cavilar del otro. Se creen que no puede haber ciudades bajo el océano o que las estrellas son bombillas colgadas de las tribunas. Que mezquindad la de aquel que piensa que el respeto es largar del afluente cuando se tiene sed. Una ya tiene demasiadas resacas para los eternos niños que de su espejo dejan a Narciso como a un cardo. Sabe bien a pesar del cansancio del crujir de la espalda del olor a lejía en las manos de la incomodidad vestida de crápula que la perversión yace en jardines de algodón azul. Qué lástima que eres de las que perdonan y levantan el moho con las uñas. Qué prefieres morir antes de disparar. Qué nadas en el barro. Qué cuando sueñas inventas vacunas para las ...