El rayo llora.
Existió la palabra de que nunca le abandonaría, compadre,
pero, como resistir si el día era la noche de un tejado,
con la mordedura de los ratones en las falanges.
Bajo el umbral sin peces y al amparo de las pedradas
decidí, supongo que para usted como una víbora de mantequilla, arrastrar las sobras
hasta el agujero de salida.
Para qué esperar
si la lluvia está en otro vaso.
Para qué apurar el hilo
si la tela ha ardido toda en desdicha.
Páramo de lo que fue usted,
tronco fulminado por el rayo
de voces que quedarán colgadas de las ventanas
sin cortinas.
Parabólica del abandono.
Triste canción de muerto.
Ciudades que aguardan nuestros ojos.
Nuestra cruel enfermedad de amantes.
Campos Elíseos con la huella del regreso borrada
igual que la promesa hecha de huesos rotos
de que nunca le abandonaría.
pero, como resistir si el día era la noche de un tejado,
con la mordedura de los ratones en las falanges.
Bajo el umbral sin peces y al amparo de las pedradas
decidí, supongo que para usted como una víbora de mantequilla, arrastrar las sobras
hasta el agujero de salida.
Para qué esperar
si la lluvia está en otro vaso.
Para qué apurar el hilo
si la tela ha ardido toda en desdicha.
Páramo de lo que fue usted,
tronco fulminado por el rayo
de voces que quedarán colgadas de las ventanas
sin cortinas.
Parabólica del abandono.
Triste canción de muerto.
Ciudades que aguardan nuestros ojos.
Nuestra cruel enfermedad de amantes.
Campos Elíseos con la huella del regreso borrada
igual que la promesa hecha de huesos rotos
de que nunca le abandonaría.
Rama de almendro en flor, 1890 Vicent Van Gogh |
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