Egofante

Algún lucero,
perdonarás mi agravio,
lo harás compañero de islas y tardes naranjas,
sé que cada uno
decidió tomar vuelos de hojas
de distinto árbol.

Esperé, como un péndulo sin movimiento,
un gesto de sabor melaza,
una llamada de tu boca de lobo,
pero, el silencio
era una comadreja
que devoraba todas las gallinas del segundero.

Primero fue la fiesta de las bolas ahorcadas,
ahora, ha sido mi aniversario.

Me puse tu chaqueta,
aquella que me regalaste, un año como el de ayer,
quería que vieras, que pensaba contigo.

Pero, las flores se marchitaron
y a medida que el tiempo trascurría,
esa chaqueta se quedó negra y muda.

La noche se hizo traje,
y en un acto de rebeldía
te llamé albatros a la ventisca.

Nada.
No hubo respuesta.
No importó que las amigas, dijeran
que no me humillara,
pero, sabes que soy ese pan
que las palomas picotean al paso
en plazas de cámaras fotográficas.

No quise hacer daño,
las cosas devinieron así...

Soy una caperucita roja
con las manos
y los pies mordidos
por los gatos.

Sé que nunca perdonarás.

Me quedé
con la felicitación hermana
y el desprecio
como arma de destrucción
creadora de túneles
en los guardarropas
de una discoteca
donde todos los números
llevaban la ficha del olvido
y la imposibilidad de muestra amistad.









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