Afonía invernal.

La palabra comestible.

Enjuagar la palabra con saliva
con la envoltura del papel charol
para moldear en caramelo

Lamer hasta su último jugo,
y sentir por la tráquea como espeleóloga
se adentra a la oscuridad del silencio.

Comer la palabra.

No poder salir a la calle de la garganta
y chillar contra la humedad que hidrata el asfalto
de las cuerdas vocales.

No queda más radiador
que rebozar con viruta de coco labial
y tragar sin agua

Todas las palabras de amor 
que no pueden ser respiradas,
y asfixiar hasta la médula de cada sílaba
este áspid que devoro
hacia las cuevas orgánicas
y se atreve a llover
en un ojo izquierdo
mirando al blanco de la palabra, 
triturada, masticada,
chicle de letras,
voces sin voz atravesando en eco,
cada una de las aspirinas lunas pectorales
a inciertas térmicas;
noche de febrero.

Sorda doy  
mi palabra 
sin frase.





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