Cosas de barrio.
Cuando le dije
de quién me había enamorado.
Ardieron bosques,
se secaron sábanas
en los biombos
de una lavadora industrial
en una tintorería
del barrio chino.
Cuando le dije
que no había conocido
umbral
a ese borde
justo al precipicio
de mi eco sistema.
Él
quiso
morir.
Yo
que caminaba a la orilla de una tarta,
cuando
cuando
cuando
probé la lectura parasitaria,
fui Elektra repudiada.
Desde entonces,
nunca
jamás
país,
trámite de coches
que cruzan la bahía a través del puente,
volvió a profanar mi sexo
aunque fuese por aburrimiento.
Complejo de inferioridad,
por supuesto, y castigo.
Cuando nombré el hombre que se lamió el alma.
Él
quiso
morir.
De rey
a rey
derroche.
Y emprendió la retórica participia
de la peluquera:
-Te ha peinado, lavado, planchado, cardado...
Me convertí
en la emperatriz de segunda mano,
A la respuesta: Si, si, si, si, sí.
de quién me había enamorado.
Ardieron bosques,
se secaron sábanas
en los biombos
de una lavadora industrial
en una tintorería
del barrio chino.
Cuando le dije
que no había conocido
umbral
a ese borde
justo al precipicio
de mi eco sistema.
Él
quiso
morir.
Yo
que caminaba a la orilla de una tarta,
cuando
cuando
cuando
probé la lectura parasitaria,
fui Elektra repudiada.
Desde entonces,
nunca
jamás
país,
trámite de coches
que cruzan la bahía a través del puente,
volvió a profanar mi sexo
aunque fuese por aburrimiento.
Complejo de inferioridad,
por supuesto, y castigo.
Cuando nombré el hombre que se lamió el alma.
Él
quiso
morir.
De rey
a rey
derroche.
Y emprendió la retórica participia
de la peluquera:
-Te ha peinado, lavado, planchado, cardado...
Me convertí
en la emperatriz de segunda mano,
A la respuesta: Si, si, si, si, sí.
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