El tiempo y sus golondrinas negras.

La primera vez que desde mis veintisiete años,
noto tu cansancio.

Ha muerto, tu padre.

Y expresas:

- Luisa, no, no estoy bien.

El tono de una rama
se ha colado
entre la llanta y el neumático.

-Ha muerto, Luisa.

Hiela y un gato duerme miocardio
entre los amasijos del tórax,
y confiesas.

-No estoy entero, me cuesta respirar.

Te duelen la cervicales,
y sientes como si hubiesen brotado 
dentro de tu torso
cien carbones florales.

Tú lloras poco, y ahora el llanto
va bordeando el estuario.

Y con... tú no estoy bien, Luisa.

Me escribes al oído:

tengo miedo,

siento frío,

estoy perdido.

Miles de contiendas
acontecieron en nuestra existencia,
y jamás he visto al torreón vencido.

-No, no estoy bien.

El brazo derecho
se ha atrofiado, de repente, y yo te ruego la calma
de los dos continentes que nacieron en hijo.

Fuimos socios más que esponsales,
amigo, te recomiendo una píldora
para sanar el sueño de no poder dormir
desde hace varias lunas.

-No, no estoy bien.
Mi padre ha muerto.

Los guerreros sólo hablan a su espada.

Y yo delicado crisantemo, que formé parte de tu coraza,
expreso mi luto compartido.

Te conozco desde que tenía veintisiete años.

Mucho tiempo.

-Hazte un electrocardiograma, por favor.

-Tengo hora el viernes.

Diapositivas
del poema escrito en el firmamento.
de la parafina termosensible.

El dolor 
que tiene muchas formas 
raras y milimétricas
de hablar en versos.



 


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