Caja de cambios
Arranque de la semilla,
de la diseminación, con el olvido migratorio
de este cuerpo fluvial.
Cada historia en una bolsa muda,
la mezcla de los enseres de una década
en la prensa absurda de un movimiento.
Los dibujos lápidas,
las constantes vitales de aquellas tribus
que construyen un hogar
en las aceras.
La asfixia del empaque
en la escalada hacia la cima de un techo
que, probablemente, no nos permita
observar el sol desde su cumbre.
Y racionar la memoria
en un depósito trastero.
Y lanzar desde el altillo
la paz que, un día, encontré
en las formas inconexas del terrazo.
Ya no dormirás en esta cama.
Ni los canarios vecinales
abrirán el silencio con su arritmia de jaula.
El gotelé, testigo de amantes,
y el zumbido café de tantos amaneceres
que el abandono de esta ciudad,
sesga la sombra en un trazo agridulce.
Ni el suelo del verano. Ni el cielo de la alarma.
Calambre de pena
que enrosca bombillas
en este finiquito salmón.
Maletas vacías de esperanza
y un horizonte donde he dejado un espacio
para que fluyas con el sonido metálico
de este ascensor que nos arrastra.
Mudar de piel. Mudanza de negocios.
Romper la raíz.
Sanar el embudo de plástico.
Recoger la ceniza y construir, con ella, un futuro.
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