Hienas de agorafobia y lavanda
Tal vez, este bar no sea el más oportuno
para que beba de tu copa,
y reflexiono, lo que los científicos discurren,
de que toda materia es la suma
de restos descuartizados de estrellas.
El credo de que existe un latido
dentro de esta lava orgánica
que me ha transformado en una momia
calcificada de Pompeya, molde de yeso,
que cubre sus heridas con Nivea.
Una efigie que robótica busca entre las aguas
una onza que devuelva
la alegría a este amasijo de chispa
abocada a un agujero negro.
Constelaciones de derribos
sentada en una grúa de feria,
cerrando progresivamente la apertura.
Cráter de mi cuerpo
que parió islas que, a la deriva,
han vuelto su espalda a la mirada.
Sí, yo quisiera que, en este planeta de infamias,
esta jaula abriera su cancela
y llorar, por fin, la lágrima estanque.
Yo no entiendo de matemáticas,
ni de la astrofísica de bares y baremos,
pero sucumbió a la descarga eléctrica
de un veneno inhalado,
y de esta mujer, hecha de retales,
que desconoce dónde guardar el secreto,
el relámpago resurrección
entre las tinieblas.
Comentarios
Publicar un comentario