La acequia

Dime si cuando estés solo,

antes de tomar el café adulterado,

subirás a la azotea.

Dime si el cielo será del sur azulón,

tan nítido que embriague la córnea,

para inhalar, con ansia, el aire 

que puro viste a los tejares.

Dime si el horizonte te mirará caramelo 

con la búsqueda danzante de tus pupilas 

de la vieja chimenea de la fábrica.

Dime si el nido está vistoso y no vacío,

antes de sorber el brebaje que te amarra,

si la pareja de cigüeñas coronan su boca 

con su plumaje leal capaz de recorrer 

el mundo por una promesa.

Dime si te acuerdas de mis llagas 

y de la podredumbre bebida 

que residual viertes en la acequia.






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