Septentrional

Reconozco el miedo, cuando se aposenta como un mantra, sobre tu coronilla.

De repente, te sangra la frente y los párpados se inundan de un sudor edulcorado.

Sé que volverás a la ruina de mi batalla, a implorar la sombra de aquel árbol, para el ejercicio del pájaro, de la hoja y de las peras.

La almendra regresará dulce y mi vida, en un calvario de desaceleración. 

El mensaje escrito y que he leído con la cobardía pululante del que frente a un cambio se retrae igual que la piel frente al frío. Resulta la gesta agotadora del vertido acuífero de una noria; el árbol y un mes, sin polea, que permite la medida de un beso sin lengua.




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