Mentiras las justas
Este desparejo de calcetines,
el hastío vástago de echar agua
al hornillo.
Tú puedes aligerar el egoísmo
con la solubilidad de la sal en mis ojos.
Tu puño contra la mesa
y el engaño del mosquito hacia la cortina.
La exigencia del lamentable,
de la plañidera en forma de jazmín
en la tapia.
El requerimiento de tu mensaje internauta
solicitando la control ayuda.
Esta corrosiva manera de ahuyentar
mi felicidad,
de la boca tapiada por los pétalos,
la mentira del vuelo.
Tú que has caído
como un ángel borracho
y te has partido la crisma
contra una persona.
La culebra de pelo rizado
que quiere comer sin dar mordisco.
En exhibición pública
de una plaga de leyenda.
Ella que dormía entre nosotros,
que roncaba extenuada con su fósil
y su amianto.
La que pone cara de vida
cuando habla de la muerte
y nunca ha reconocido que
jamás él se curará del apego
con la pájara que tiene dientes.
Cuando la vi en esa fotografía,
con ojos: dilataciones del éxtasis
comprendí que se habían visto.
Da igual el consorte y la descendencia.
Qué importa si yo con la brasa
sigo siendo eterna.
Supongo que el veneno piensa estas victorias
y se copia todo, igual que una fotocopia
en un estanco de Linares.
Yo sé que os visteis y la verdad, me alegra,
porque después de tantos meses
de angustia teniendo que deglutir con embudo
la elegía lorquiana,
ratifiqué que el adulterio no fue una visión.
Porque si ya no somos pareja,
y además estoy saturada de la falsedad,
no dijiste que ella con su cuchilla
mató en la plaza.
Y dijiste, un amigo...
Cuando yo vi y vieron.
Cuando leí y cayeron las alas.
Qué no eres más que un vil sinvergüenza.
Y yo estoy harta de la amargada niña
y su jerarquía de triangulación.
Iris a freír. Y que os den,
sí, dentífrico
y sartén.
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