Infección
He caído como una fugaz
sobre la colcha,
con el cansancio de la enfermedad,
sin el diagnóstico
del desmembramiento en el tiempo.
Y ahí, en un embalse corticoide
el remonte de una nueva purga
de tos y desmayo;
porque yo quise ser una poeta romántica,
pero la pústula salió rana
y poca rosa, en el jardín, hábito.
La mancha del lienzo
no te hace mártir,
ni la esquela.
Así que, no deberíamos escribir poemas
bajo el estado febril de la embriaguez.
Ni asesorar a la brújula en su cometido
de buscar el norte en el averno.
Yo que te amo tanto
que he olvidado las llaves
de mi casa.
Yo que fui amada,
en nombre del golpe,
y el árbol fue la reencarnación de mi destierro.
Yo que perdono,
en este mundo bélico de disputas en kioscos.
Yo que no sé más que la miel
en el aguijón del erizo.
Te confieso,
que en esta sinrazón de la asfixia,
sobre la mirada hacia el flexo
que el narcótico embelesa.
Dormiré, con este pulmón de atrofia
y un corazón, sobredosis del eco,
de vivir con la muerte rizo
en tuberculosis escrita.
Lluïsa Lladó.
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