Trihostios
De todos es reconocido que estos tiempos
para la lírica son dañinos.
Se muere el poeta.
El poeta que con su maza
fue una excavadora
sobre cada folio de Internet
con su taladro de proletario:
la víscera níquel de Pedro
que se olvidó las llaves dentro de su auto.
¡Qué gran persona eras, eres, Eros!
Lloré martillo porque nadie como él
sabía romper la piedra
y con el estrés por colega
se adoquinó una esperanza coja.
Lloré zaguán porque nadie como tú
podía construir el dolor del fracaso amatorio
en semáforos y cuchillas de afeitar
en el borde de la bañera.
Te has ido como una luz de taquigrafía.
Con Amy velando tus sueños
y esa palabra tan tuya, morir por amor,
hacer pie cada día en tu naufragio
a través de la letra.
Pedro, descansa en paz,
revive el amante amarillo,
coge la última hora
e imagina el puerto de Palma.
Joder, te has ido, hubo una mujer con cuerpo de enfermedad
que inyectó el aguijón
en tu mejilla.
Descansa en paz, en paz en un garito
donde los libros no tienen campañas
y resuena el viejo jazz de los rotos.
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