Ferrodescarril
Pido disculpas por llegar tarde
a todos los puertos,
pues la tristeza se ha confabulado
con el sino
y la hierbabuena sabe a ortiga.
Sí, como lo oyes, la tristeza
ha resuelto en el tren
el litigio de un letargo verde
y en las autovías ha convocado
una llovizna de coches.
Llego tarde, pero mi sombra
temprana me aguarda sin lengua.
Pesa demasiado esta piedra que late:
el taciturno sentimiento de los caídos.
Por eso, en el instante
que el mecanismo funciona
arrastro mi nombre
como un reloj autómata
y la vergüenza de mi retraso
es burla locuaz de la tristeza
como una niñez desnuda.
Lluïsa Lladó
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